"Despertamos con el aroma del té"
Coiffeur - Cataratas
Los viajes no hechos son una piedrita en el zapato. A veces con un gusto agridulce y algo de miedo, la recompensa después del esfuerzo. Otras tantas veces son nomás una foto mental de cosas planeadas con futuro totalmente incierto... porque así también está bueno vivir, en un cúmulo de posibilidades.
Se entusiasmó con planes ajenos, al principio, que luego fue convirtiendo en propios. Soñó con ese retiro, aislamiento, que le permitiera escribir. Los días fríos, la nieve, los paisajes sureños, el tiempo a disposición de cualquier posterior capricho. Todo el espacio y el tiempo del mundo para sus costumbres de horarios absurdos.
La compañía nunca fue un problema, el capricho pronosticaba el viaje a pesar de tener o no compañía, de que esta fuera de cualquier tipo, cercana o no, hombre o mujer y que incluso la dejaran sola y magnífica, brillando contra la nieve o recortada contra la luz crepuscular de alguna ventana.
El sur la esperaba como a una parienta de regreso. La chimenea con el humo azaroso de un fuego reconfortante y el té... siempre el té.
Despertar entre las sábanas-sueño, entre las sábanas-pierna u ombligo, con cualquier luz, no necesariamente la de la mañana. Despertar con el aroma del té y ser anónimamente feliz. Entera y limpia, una hoja en blanco, como las que seguramente tendría cada día para escribir.
El viaje no-hecho implicaba una rutina, una especie de ritual provisorio, que no consistía, sin embargo, en seguir siempre los mismos pasos sino, por más contradictorio que sonara, elegir cada actividad según el impulso del momento. Caminatas y fotografías, comidas con aromas penetrantes, bebidas calientes, películas, pizza... y el obligado espacio del día para poner todos sus pensamientos, procesos y percepciones por escrito, cosa que era, en definitiva, el objetivo que hacía de germen aunque luego los motivos se bifurcaran a su antojo.
Y todo, todo, colgando con palillos de una cuerda en medio de sus ratos libres, sus vagabundeos por rincones de la mente.
Y todo, todo, convirtiéndose de a poco en certezas a medias...
Y casi, casi todo, encontrando una mano que también quería estar a contraluz en cualquier crepúsculo del sur. Probando té y sonidos, acurrucándose de insomnio entre sus celebraciones ingenuas con olor a menta.
Coiffeur - Cataratas
Los viajes no hechos son una piedrita en el zapato. A veces con un gusto agridulce y algo de miedo, la recompensa después del esfuerzo. Otras tantas veces son nomás una foto mental de cosas planeadas con futuro totalmente incierto... porque así también está bueno vivir, en un cúmulo de posibilidades.
Se entusiasmó con planes ajenos, al principio, que luego fue convirtiendo en propios. Soñó con ese retiro, aislamiento, que le permitiera escribir. Los días fríos, la nieve, los paisajes sureños, el tiempo a disposición de cualquier posterior capricho. Todo el espacio y el tiempo del mundo para sus costumbres de horarios absurdos.
La compañía nunca fue un problema, el capricho pronosticaba el viaje a pesar de tener o no compañía, de que esta fuera de cualquier tipo, cercana o no, hombre o mujer y que incluso la dejaran sola y magnífica, brillando contra la nieve o recortada contra la luz crepuscular de alguna ventana.
El sur la esperaba como a una parienta de regreso. La chimenea con el humo azaroso de un fuego reconfortante y el té... siempre el té.
Despertar entre las sábanas-sueño, entre las sábanas-pierna u ombligo, con cualquier luz, no necesariamente la de la mañana. Despertar con el aroma del té y ser anónimamente feliz. Entera y limpia, una hoja en blanco, como las que seguramente tendría cada día para escribir.
El viaje no-hecho implicaba una rutina, una especie de ritual provisorio, que no consistía, sin embargo, en seguir siempre los mismos pasos sino, por más contradictorio que sonara, elegir cada actividad según el impulso del momento. Caminatas y fotografías, comidas con aromas penetrantes, bebidas calientes, películas, pizza... y el obligado espacio del día para poner todos sus pensamientos, procesos y percepciones por escrito, cosa que era, en definitiva, el objetivo que hacía de germen aunque luego los motivos se bifurcaran a su antojo.
Y todo, todo, colgando con palillos de una cuerda en medio de sus ratos libres, sus vagabundeos por rincones de la mente.
Y todo, todo, convirtiéndose de a poco en certezas a medias...
Y casi, casi todo, encontrando una mano que también quería estar a contraluz en cualquier crepúsculo del sur. Probando té y sonidos, acurrucándose de insomnio entre sus celebraciones ingenuas con olor a menta.
"los alguaciles silban lento... y yo me voy"